jueves, 8 de febrero de 2018

Un día de estos

No te alarmes
pero
un día
una tarde
una noche
de estas
voy a juntarte toda
en una hoja blanca
pálida
y escribiré
de golpe
todo este disparate
de cosas
que no tienen nombre
y te pertenecen
escribiré,
por ejemplo,
este inventario
de nervios
que provocan
tus ojos
tus ojos de luna
huérfana y menguante
que me aquietan,
esta angustia
de lengua mordida,
por amordazarte
con un beso
que nos libere
plenamente
de la censura,
de las ideas locas
que se me ocurren
cuando hablas
con orgullo
de tu elasticidad
mientras yo miro
con malicia
tu cuerpo y
la alfombra,
de la realidad
del calentamiento global
de mi cuerpo
cuando poco a poco
te me acercas,
del recuento
de veces
que me
descubro
a mi mismo
pensandote
más de lo que
tu vida
me lo permite
y de todo
el imposible
que soy para ti
cuando
la realidad
oscura
decrépita
mirándome de reojo
me lo recuerda.

Escribiré de ti
como un ejercicio de caligrafía
hasta que aprenda a escribir
con mi mano izquierda
todos los versos
escondidos
en tu segundo
nombre
en tu lunar
azabache
de azúcar,
hasta que mi mano derecha
quede huérfana
para siempre
de cuerdas vocales,
y llamarte
sea igual
que hablar
una lengua
muerta.

Pero luego
doblaré el folio
en dos mitades
como la maleta
de un exiliado
político
que junta todo
lo que puede
con rabia y remordimiento
y en un sobre pálido
que sellaré
con mi boca
pasaré por la puerta
de tu vida,
y por debajo
de la entrada
sin avisarte
como el cartero que deja
la correspondencia
de una casa
abandonada
dejaré
los recibos
de un cariño
que se ha
olvidado.

No te alarmes
pero
un día
una tarde
una noche
voy a juntarte toda
en una hoja
blanca
pálida
sin retorno
y mi mano derecha
te olvidará
sin rencores
en silencio,
como quien
olvida las llaves
de una casa
que no tiene,
pero esta noche
que te extraño
entero
con todo
mi cuerpo
y tu ausencia
es el muro
de Berlín
de mis días
mis ojos de luna
menguante y ajena
esta noche
querida
no lo será.


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